martes, 4 de noviembre de 2008
Economía ficción a toque de Clarin: Argentina, el coloso que no fue
El PBI brasileño pasó de 162.000 millones de dólares en 1980 a 1.313.000 en 1987, un 710% más. De haber crecido al mismo ritmo, Argentina hubiera dado el salto de 209.000 a 1.692.000 millones. Tendría ahora la mitad del PBI de China o Alemania y sería la octava potencia mundial, justo por detrás de Italia y superando a España, Canadá, Brasil, Rusia e India.
El desempeño de la economía argentina en este periodo no admite paliativos ni análisis conciliadores: es sencillamente calamitoso. Ni aún queriendo se podría haber echo peor.
Gran parte de la responsabilidad la tiene el exceso de carga ideológica de la política argentina: en concreto, el desmedido celo por la redistribución de la riqueza, un fin noble como pocos, pero en ocasiones contraproducente. La experiencia dice que si se desliga de la productividad, el rasero del igualitarismo tiende a igualar a todos por debajo. Todos más iguales, sí, pero igual de pobres.
Chile y Brasil tienen una distribución de la renta más desigual que Argentina. Los pobres chilenos y brasileños están mucho más lejos de sus respectivos ricos que los argentinos. Pero una cosa es reducir la brecha entre el 10% más pobre y el 10% más rico y otra, hacerlo a costa de bajar la renta del 100% del país.
Nadie duda de las bondades de la redistribución de la riqueza, pero ese discurso bienintencionado en ocasiones se queda en la exaltación de lo obvio. A fin de cuentas, redistribuir la riqueza es relativamente fácil: basta un sistema impositivo progresivo que haga pagar más a quién más tiene. Lo realmente difícil, más que distribuir lo que ya hay, es crear riqueza donde no la hay. Ahí es donde se marcan las diferencias.
La experiencia de los últimos treinta años indica que el Estado, como empleador, fabricante y regulador asfixiante, pierde por goleada contra la iniciativa privada y el mercado libre con controles básicos, tal y como funciona en muchos países a los que les ha ido bien.
Si al 10% de argentinos más pobres se les diera a elegir entre ser un 710% más rico que hace treinta años o sólo un poco más pobres que la media de los pobres, no creo que tuviesen muchas dudas sobre qué elegir. Eso no es economía, es puro sentido común.
PBI.2007
USA 13.843.825
Japón 4.383.762
Alemania 3.322.147
China 3.250.827
Reino Unido 2.772.570
France 2.560.255
Italia 2.104.666
Argentina 1.692.000
España 1.438.959
Canada 1.432.140
Brasil 1.313.590
Rusia 1.289.582
India 1.098.945
domingo, 2 de noviembre de 2008
¿Veinte años no es nada? En 1980 el PBI de argentina era un 30% superior al de Brasil. Hoy, la quinta parte.
En el año 83 el PBI argentino era de 103.000 millones de dólares. El irlandés, cinco veces menor, apenas 20.000 millones. Veinticinco años después, son prácticamente idénticos: 259.000 millones.
A primera vista, puede parecer un espejismo, un efecto óptico o una prestidigitación estadística. Pero no lo es. Son datos fríos que ilustran cómo es perfectamente posible, con orden, seriedad y paciencia, pasar de ser el país más pobre de Europa a tener la quinta renta per cápita más alta del mundo. En los últimos treinta años, Irlanda creció un 674% frente al 139% argentino.
El caso chileno es calcado: en los últimos veinte años creció cinco veces más que argentina: 683%.
Para entender las razones del éxito basta con averiguar qué hicieron en común chilenos e irlandeses. Básicamente lo mismo: crear un marco estable que permitiera incentivar la iniciativa personal, fortalecer su competitividad internacional y atraer capitales extranjeros que sumasen a los propios en el esfuerzo inversor.
La base del “marco estable” del que gozaron tanto chilenos como irlandeses se basa en una inflación contenida, una deuda externa manejable y una búsqueda incansable de la excelencia educativa.
Las recetas aplicadas por ambos asombran por su accesibilidad, pues la disciplina fiscal y monetaria está al alcance de cualquier país soberano con voluntad política de aplicarlas.
La disciplina fiscal aplicada por irlandeses y chilenos consistió en gastar lo que se tenía o no endeudarse más de lo estrictamente razonable. En este aspecto es donde se aprecia una mayor diferencia con el caso argentino, pues la deuda externa ha sido históricamente su mayor lastre. La esencia del negocio bancario consiste en cobrar por disponer del dinero ajeno. La experiencia de los últimos treinta años indica que si un país recurre al crédito de forma crónica acaba pagando su prosperidad de hoy a costa de las deudas de mañana.
La disciplina monetaria de Chile e Irlanda obedece al enfoque tradicional y ortodoxo: las monedas valen lo que vale la riqueza del país que las sostiene. Por lo tanto, el tipo de cambio en realidad no cambia nada que no haya cambiado previamente en la riqueza del país. Si alterarlo fuera la razón del crecimiento, todos los países habrían tomado el atajo mágico del despegue económico con sólo cambiar su paridad.
Dejando de lado los casos chileno e irlandés, la comparación con el resto de las economías de la zona arroja resultados parecidos. Brasil, Méjico, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Uruguay han crecido en los últimos treinta años a tasas muy superiores a las de Argentina: desde las cinco veces más de Uruguay a las veintinueve veces de Brasil. Llama la atención que en ese mismo periodo ni Bolivia, ni Ecuador, ni Venezuela hayan gozado de estabilidad política y sin embargo el desempeño de sus economías ha sido comparativamente muy superior.
Con la perspectiva que da el tiempo, y a la vista de unos datos tan llamativos, sería bueno suscitar un gran debate nacional que nos ayudara a comprender qué es lo que se ha hecho tan mal durante tanto tiempo. Sólo así podremos no repetir los mismos errores los siguientes treinta años.
viernes, 3 de octubre de 2008
Aerolíneas Argentinas: ¿quién le pone el cascabel al gato?
En Alemania y USA los grandes sindicatos son piezas fundamentales de la maquinaria económica. Actúan como contrapeso natural frente a las grandes corporaciones para evitar los excesos del liberalismo salvaje. El todopoderoso sindicato alemán IG Metall, que representa a 3,6 millones de trabajadores de la industria metalúrgica y el mítico UAW americano, United Auto Workers, son dos ejemplos conocidos. Pero su lógica, más allá de la entendible defensa de sus intereses de clase, está siempre impregnada de un pragmatismo tremendamente anglosajón: lo que es malo para la empresa es malo para todos.
El gremialismo del mundo asiático, por razones culturales, alcanza una identificación trabajador-empresa rayana a la sumisión y cuesta entenderlo desde nuestra óptica occidental. Aún así, ha contribuido a hacer de las relaciones laborales una balsa de aceite donde las huelgas son inexistentes y sus niveles de competitividad inalcanzables. En ambos casos, sin embargo, la carga política de los sindicatos –tradicionalmente de izquierdas- es un aspecto residual en la defensa cotidiana de sus intereses, que suelen ceñirse a aspectos puramente organizativos. Difícilmente se oye a sus dirigentes utilizar la terminología agresiva del marxismo incipiente del siglo XIX: los términos “clase trabajadora”, “capital”, “plan de lucha”, “boicot”, etc., son palabras que nos remontan a la segunda mitad del siglo XIX, pero que han llegado a nuestros días como eslóganes anacrónicos y oxidados.
En la cultura anglosajona el papel de los sindicatos es indiscutible. En los escandinavos, que tienen los niveles de desarrollo social más altos del mundo, es si cabe más fuerte. Pero viendo los casos de Alitalia y Aerolíneas Argentinas, la beligerancia extrema de los sindicatos nos ayuda a entender algunas cosas.
Cuando tuvo lugar la fusión de Air France con la holandesa KLM, dando lugar la primera compañía aérea europea y la tercera del mundo, KLM anuncio el despido de 4.500 trabajadores, el 13% de su plantilla, como consecuencia de los ajustes para crear sinergias y evitar redundancias. Y no pasó nada. La continuidad de la compañía lo exigía y fueron los propios sindicatos quienes aceptaron la dolorosa “automutilación” por el bien de todos.
Cuando poco después Air France-KLM comenzó a negociar para incorporar a Alitalia a su alianza, los sindicatos italianos bloquearon la compra. La razón era fácil de entender: se contemplaba la supresión del 40% de la plantilla de la aerolínea italiana, 7.000 puestos de trabajo. Hoy en día, tras agónicas inyecciones de dinero público, no el 40 si no el 100% de los trabajadores corren el riesgo de ver cómo la compañía desaparece.
Cuando comparamos los ratios de eficiencia de Aerolíneas Argentinas con Ryanair observamos cómo la aerolínea irlandesa movía los 6,5 millones de pasajeros con sólo 620 trabajadores, frente a los 8.000 que necesita Aerolíneas.
Por asombroso que parezca, entre Austral y Aerolíneas, en 2008 había 921 pilotos para volar los 26 aviones operativos de los que disponía la compañía. El doble de los 500 que había en 2001. Por su fuera poco, mientras un colega de LAN vuela 80 horas al mes, aquí vuela sólo 35, teniendo además la prebenda de tener que ser consultados para la reprogramación de vuelos.
Es obvio que Aerolíneas y Ryanair son dos modelos de gestión diferentes, pero las cifras son bastante esclarecedoras e indican una sobrecarga laboral llamativamente alta. Quien no lo entienda así podrá disertar hasta el aburrimiento sobre el modelo ideal de empresa, pública o privada, pero la realidad es tozuda y los números en ocasiones sacan los colores a quienes se empeñan en negar lo evidente.
Ahora bien, si hay que despedir a la mitad de la plantilla de Aerolíneas Argentinas, llega la pregunta del millón: ¿quién le pone el cascabel al gato?
Como suele ocurrir en estos casos, la respuesta es siempre la misma: el contribuyente.
Nadie puede negar la legitimidad de algunos reclamos sindicales, pero su falta de flexibilidad evidencia que anteponen sus intereses a la solución global del problema. Entre otras cosas porque los partidarios de la estatización saben, aunque no lo dicen en voz alta, que aunque la empresa pierda dinero, siempre está el Estado para tapar sus vergüenzas. Nadie duda la nobleza de su ideal, dotar al país de un sistema de transporte aéreo en condiciones. Lo que es más cuestionable es la condición que imponen: que ellos sean parte de la solución. Por esa misma regla de tres, los carniceros y taxistas del país podrían confederarse y al grito de “Todos somos taxistas y carniceros”, pedir al Congreso la estatización de panaderías y carnicerías y que el ubérrimo presupuesto nacional amamante a todo cristiano bien nacido.
Dedos largos
El día que robaron cien mil dólares de la Reserva Federal americana en un avión de United Airlines, la Policía Aeroportuaria detuvo a dos empleados, aunque el dinero nunca fue recuperado. La respuesta de los gremios fue inmediata: un paro que detuvo las actividades durante cinco horas y afecto a 5.000 pasajeros en Ezeiza, Aeroparque y Córdoba. ¿Hay relación entre una cosa y otra?, ¿No es esa una manifestación extrema de un corporativismo irracional?
Cuando Marsans señaló la agresividad de los gremios como el elemento que erosionó la empresa, se tomó la declaración como una excusa de mal pagador. Sin embargo, algo de razón había.
En el 2007 se registraron en Ezeiza 311 robos, un 70% más que el 2006. El reportaje de Telenoche, emitido por Canal 13 descubrió la existencia de una red de “aerochorros” que valiéndose de los scáneres de control, vaciaban sistemáticamente objetos de valor. La falta de mecanismos de control interno evidencia una situación terminal viciada por el aire enrarecido de una red de silencios cómplices cuasi mafiosa.
Aquellos que apuestan a una aerolínea de titularidad pública deberían considerar la experiencia de LAFSA, la empresa creada en 2003 que llegó a contar con 855 empleados y que nunca llego a volar, acumulando denuncias por fraude, sueldos desorbitados para cargos inoperantes y contrataciones irregulares. Un disparate de tal magnitud que debería servir como toque de atención sobre lo costoso que puede acabar siendo para el erario público este tipo de experimentos.
Puro capitalismo popular y autogestionario. Y mientras los sindicatos se atornillan en sus puestos de trabajo, Argentina sigue sin tener una aviación comercial moderna y competitive y volar sigue siendo un lujo.
La denostada Ryanair, con la sola ayuda de la municipalidad de Gerona, pasó de transportar 30.000 pasajeros en 2002 a 600.000 un año más tarde. ¿Tendría sentido que los poquitos trabajadores de la empresa, para defender a capa y espada sus puestos de trabajo, condicionasen el desarrollo no sólo de la ciudad, sino de la región entera, del país y de millones de viajeros?
Los gremios que manejan el problema están tomando como rehén a la sociedad entera. Con su retórica infinita no pueden ocultar su pésimo manejo del problema y comienza a resultar cansina, por reiterativa y falsa, la eterna acusación a gestiones anteriores: que si las privatizaciones de Menem, que si Iberia, Américan Airlines, Marsans, etc. Cuando en el futuro no quede más responsable que ellos mismos, ¿quiénes serán entonces los responsables?
Los amigos del “capitalismo popular” deberían tomar nota del éxito de la aerolínea irlandesa y empezar a considerar que, si bien los sindicatos pueden paralizar un país, al final es el propio país quién acaba pagando los platos rotos de su sinsentido.
Imagino la cara de incredulidad de muchos cuando lean anuncios como los que se vieron en internet:
“Ryanair venderá desde el martes un millón de billetes a un céntimo de euro”
¿No se lo cree? No es ninguna broma.
http://www.20minutos.es/noticia/353238/0/ryanair/vuelos/baratos/
El día en que los sindicatos de Aerolíneas sean capaces de conseguir con su gestión algo parecido, ese día en vez de cortarme las venas, me las dejo largas.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Irak: dos billones con "b" de burro
- iiiiiooooooo.
lunes, 15 de septiembre de 2008
¿Talento argentino?
Argentina, como proyecto, está mucho peor de lo que nadie aquí se imagina. Y no es que lo diga yo, lo dicen los números. Veamos porqué.
Los países que no invierten en investigación acaban no teniendo qué producir o siendo meras filiales embaladoras de productos de terceros. Por cada dólar gastado en Investigación y Desarrollo, se recuperan 50 en la vida real.
En los años 50 Corea del Sur tenía una renta per cápita inferior a Mozambique. Hoy es uno de los países más prósperos e innovadores del mundo. Hicieron de la copia un arte y calcaron lo que plagiaba Japón, que luego desarrollaron con demostrada pericia. LG, Samsung, Hyunday, Kia… son prueba de ello. El número de patentes registradas por Corea en 2006 ascendió a 5.935.
Sus vecinos marxistas del norte obtuvieron sólo 4 patentes el año pasado. Para quien tenga dudas sobre la relación entre el gasto en I+D y la riqueza, basta con decirle que la renta per cápita de Corea del Norte es de 1.900 dólares/año y la del Sur, más de 22.000, la diferencia más grande a nivel mundial entre dos países fronterizos.
Y mucho. Sin que nadie lo perciba ni parezca preocuparse por ello, Argentina está mucho más próxima al caso norcoreano que al del hermano rico del sur. El número de patentes registradas por empresas y ciudadanos argentinos ese mismo año fue de 22, poco más que Estonia, (17), Bahamas (14), Kazajstán (13). Frente a las casi 6.000 de Corea.
CFK dijo, en su discurso de toma de posesión, que “quería poner a Argentina en el mundo”. Ya tiene por dónde empezar.
A más gasto en i+D, más riqueza. Estados Unidos encabeza el ranking de patentes a nivel mundial, 49.555. Alemania registró 16.929, Australia 2.139 e Israel, 1.725. Otros ejemplos más cercanos son Sudáfrica (349), Brasil (283) y México (136).
Solamente IBM obtuvo en el 2006, 3.621 patentes, 164 veces más que toda Argentina. Y harían falta 113 Argentinas juntas para igualar el número de patentes de Philips, 2.495.
Los países del Golfo Pérsico, por ejemplo, no gastan un peso en I+D y son “nominalmente” ricos, pero Israel, que no tiene petróleo, transforma su materia gris en oro negro. Con 135 científicos por 10.000 habitantes, gasta el 4.8% de su PBI en investigación. Argentina apenas el 0,4.
Para acabar de complicar las cosas, resulta que los resultados (patentes) no dependen tanto de cuánto se gasta sino de cómo se gasta. En EE.UU., Japón y China, el 80% del gasto en i+D corresponde al sector privado mientras que en Argentina la proporción es a la inversa: el 82% de la investigación es “estatal”. Los resultados están a la vista: 22 patentes por año.
¿Cuántas veces hemos oído a CFK hablar sobre la obviedad de que hay que incorporar “valor agregado” a la cadena de producción? En vez de proclamar discursos bienintencionados, sería mejor que se asesorara sobre las verdaderas razones del subdesarrollo. Esas que, por cotidianas, no suscitan ningún debate público y a nadie parecen preocuparle lo más mínimo.
Casi todo el mundo olvida que en el 99, hace nada, el 60% de los argentinos estaba por debajo del umbral de pobreza. ¿Por qué? Entre otras muchas cosas porque el Made in Germany es sinónimo de calidad, mientras que “Industria Argentina” se queda en un topónimo.
No hablo de nacionalismos. Hablo, con cierta pena, de datos. Y lo peor de todo es que, en el fondo, la propensión nacional a la exageración nos ha hecho creer que Argentina es una potencia mundial en satélites, radares e industria nuclear. Cosa que no es cierta, ni como diría el otro, ni mucho menos verdadera. Al número de patentes me remito. Una mancha no hace un tigre y no por tener un satélite o un radar hechos aquí se puede hablar de una ciencia argentina desarrollada.
No deja de ser triste que el país, somnoliento y narcotizado, esté más pendiente de si Tévez marcó o de cuando se sentará Florencia de la V en el diván de Rolón. Y mientras, la presidenta, tomando mate con las abuelas de la Plaza, respondiendo feliz a los chicos de CQC y vociferando ideitas tontas y obvias sobre la importancia del valor agregado.
22 patentes por año. Que alguien haga algo, por favor, y rápido.
sábado, 13 de septiembre de 2008
AA vs. Ryanair: mirarse al espejo
Cuando los problemas no se resuelven suele ser porque se opta por lo primero. Es lo que pasa con el tema de Aerolíneas Argentinas. Nadie, y se ha hablado y escrito del tema hasta la saciedad, ha tenido la feliz idea de sacar una calculadora y hacer números. ¿Y sabe por qué? Porque los números son sencillamente bochornosos. No hace falta ser ningún experto para darse cuenta de que Aerolíneas es, probablemente, una de las compañías aéreas peor gestionadas del mundo.
Vamos a comparar AA con Ryanair, una “low cost” irlandesa que con una agresiva política comercial, en veinte años se ha hecho un hueco entre las “majors” de la aviación civil. Es sólo una comparación. Si están de pie, hagan el favor de sentarse:
Ryanair___________________Aerolíneas Argentinas
137 aviones........................................30 aviones
4200 empleados................................8.000 empleados (2 veces más)
44.000.000 pasajeros......................6.500.000 pasajeros (6.7 veces menos)
Empleados por avión: 30.................266 (8 veces mas)
Pasajeros por empleado: 10.476.....812 (13 veces menos)
Viendo estos números, uno tiene embarazosa sensación de que a los largo de todos estos meses, nos han estado engañando. No me cabe la menor duda porque los números, como el espejo, nunca mienten.
Se ha escrito y se ha hablado mucho sobre el tema. Pero los datos han sido muy confusos, parciales y sesgados. Y todos cocinados para hacer creer a la opinión pública que la teoría del “vaciamiento” era cierta. Y aquí, por lo que se ve, más que hablar de desfalco hay que hablar de una gestión pésima, por no decir, sencillamente desastrosa.
Ryanair con la mitad de los trabajadores que Aerolíneas Argentinas (4200/8000) debería transportar la mitad de pasajeros, pero transporta no el doble, ni el triple, sino ¡siete veces más! O al revés: para transportar los 44 millones de pasajeros que vuelan en un año con Ryanair, AA necesitaría ¡53.000 empleados!
Aerolíneas tenía en septiembre del 2008, 30 aviones volando y 37 en tierra. Y más de 8.000 empleados cobrando a fin de mes, se vuele o no se vuele. Ryanair tiene 30 empleados por cada avión que vuela, mientras que Aerolíneas tiene ocho veces más, 266 empleados por avión. Cada empleado de Ryanair “transporta” 10.476 pasajeros, trece veces más que los 812 que transporta cada uno de aerolíneas.
El baile de números asusta por lo grotesco de sus proporciones. Ryan O´Leary, CEO de Ryanair, podría mover los 30 aviones de AA con solo 919 trabajadores (sobrarían 7.000) o transportar los 6.5 millones de pasajeros que vuelan con AA con solo 620 trabajadores, (sobrarían otros 7.000).
Las diferencias son tan abismales que es fácil entender que la clave está en el factor humano. Una compañía es la suma de miles de esfuerzos personales por esmerar la atención en el trabajo diario o la suma de toneladas de desidia y despropósito.
En ese campo, las comparaciones sacan los colores a cualquier responsable, pues van del cero al infinito. En el año 2003 Ryanair batió al resto de las compañías europeas (KLM, Iberia, Air France, Lufthansa, Bristish Airways) en puntualidad y numero de maletas perdidas por cada mil pasajeros. Un reciente informe de la Asociación Argentina de Derecho del Turismo (AADETUR) sobre la puntualidad de 90 compañías auditadas, indica que Aerolíneas ocupó el lugar 86, solamente por delante de Air Algéria, Royal Nepal y Sudan Airways. Casi el 30% de los vuelos de AA salen demorados.
Podemos seguir insistiendo en el instinto depredador de Iberia, SEPI y Marsans pero no parece que ni el sentido común ni los números respalden ese argumento.
El día en que las cajeras de Carrefour vuelen no se verá el sol
En Europa y EEUU volar en avión ha dejado de ser un lujo para convertirse en algo al alcance de cualquier bolsillo. Un trayecto de mil kilómetros en avión sale mucho más barato que en tren y mucho más que en autobús de línea. Los Flecha Bus, Chevalier y Vía Bariloche son dinosaurios que en la vieja Europa se extinguieron hace treinta años. Nadie que no sea masoquista o haya hecho una promesa se pasa 14 horas sentado en una fila de asientos de un bus viendo películas de Jackie Chang dobladas al mejicano. Porque el libre mercado, mal que les pese a muchos, funciona. Y muy bien, por cierto. Veamos por qué.
Una cajera del Carrefour de Neuquén gana 1300 pesos netos. Su colega española, 1300 euros, al cambio, 5850 pesos. Si las dos trabajan 40 horas semanales, 200 al mes, la de a.C. gana 6,5 pesos por hora trabajada. Si esa cajera quiere hacer un trayecto de mil kilómetros en Argentina, tendrá que pagar 300 pesos, frente a los135 pesos que le cuesta la misma distancia a la española. Para pagarse el viaje, la argentina tiene que trabajar 46 horas y volar en una única compañía que solo tiene dos frecuencias. La española se paga ese mismo viaje en 4,6 horas, la décima parte, y puede elegir infinidad de horarios entre dos compañías de bandera y cuatro o cinco "low cost". Eso si, no te dan ni el periódico, ni un sándwich y si te apuras, ni los buenos días. Pero viajas.
Viajar en Argentina sale proporcionalmente diez veces más caro que hacerlo en España, con la diferencia de que allí todas las compañías ganan dinero y ninguna recibe dinero público, mientras que aquí ocurre todo lo contrario. ¿Alguien en sus cabales le encuentra alguna ventaja a una única línea de bandera, atendida por 9.000 funcionarios indolentes?
Con unas AA públicas el Aeropuerto de Neuquén solo lo frecuentarán los petroleros, las Paris Hilton locales y los omnipresentes políticos que vayan a la capital a tratar de hacer de Argentina un país más federal. Y al que no le guste, sesión doble de Vía Bariloche.
Cuando la presidente Kirchner le echa la culpa del actual estado de la aviación a las privatizaciones de los 90 te das cuenta de que el problema nunca se va a solucionar. Es como querer combatir el SIDA con agua oxigenada. Es tal el error de percepción, es tan grande la confusión en la cabeza de los políticos, es tan grande la venda sobre los ojos, que resulta del todo inconcebible.
Si la desregulación del mercado aéreo hizo posible que las cajeras volaran, cuesta creer que aun quede gente que piense que nacionalizando AA se pueda solucionar el problema. Eso es matar moscas a cañonazos.
"Hay que encarar el tema con seriedad", dijo el ministro de Vido el día en que la Presidenta anuncio la reestatizacion de AA en la Casa Rosada.
El último, por favor, que apague la luz.
Abecedario del caos: de la A de Aerolíneas a la A de Argentinas
Los excesos del liberalismo se corrigen con un estado fuerte. Con eso basta. Los problemas surgen en los países dónde el estado es fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Ahí es donde las grandes empresas, si las dejan, empiezan a pisotear a los ciudadanos. El colapso del sistema socialista evidenció que cualquier servicio puede funcionar de forma muy eficiente si es debidamente regulado por los poderes públicos, que den entrada a la libre competencia y que garantiza un acceso universal a precios razonables. En Europa, ahí se acaba la discusión. No hay más. Quien quiera seguir discutiendo sobre eso, que monte un blog o que compre un espacio de en horario nocturno y sermonee con acento brasilero.
Argentina es el único país del mundo en el que aún se discute si es mejor la gestión pública que la privada. Y digo el único por que en China, Corea del Norte, Cuba y Venezuela, ese debate no existe por prescripción facultativa de sus dirigentes. Dejando de lado los -fab tour-, se hace difícil entender cómo es posible que Argentina pierda el tiempo con ese debate.
El caso del transporte aéreo es calcado al de la telefonía, el agua o las autopistas de peaje. En Europa, las compañías de gas, agua, autopistas, electricidad y telefonía se mueven en un marco legal estable y sin sobresaltos, invierten lo que tenga que invertir y garantizan un servicio universal. Lo que gana de más en las grandes urbes, por ley, tienen que compensarlo haciendo inversiones no ruinosas, pero sí menos rentables, en otras partes del país. Y lo hacen, felices y contentas, porque la suma no da cero, sino que prestando un servicio universal, se hinchan a ganar dinero alumbrando calles y cobrando por llamar por teléfono. Y cuando en vez de una compañía hay dos, o tres, el monopolio pasa a duopolio y éste a oligopolio y así se maten entre ellos para ver quién vuela a Londres más barato y quien cobra menos por alumbrar más.
Basta con una regulación mínima para que esas cuestiones dejen de ser tema de debate, a no ser que, como pasa aquí, se esté disfrazando el debate sobre los servicios públicos en un debate de ideologías. Entonces, la cosa se complica… hasta el infinito y la solución real al problema concreto nunca acaba de llegar.
En todo el debate sobre AA me sorprendió la reiteración de argumentos obvios. Se esgrimía, como razón de peso para que la compañía pasase a manos del estado, que el turismo representa el 13% del PBI y que los chaqueños y las chaqueñas tienen tanto derecho a volar como los demás. ¿Alguien en su sano juicio está en contra del turismo y es capaz de pisotear el derecho constitucional de los chaqueños a volar?
Con la nacionalización de AA, el país ha dado un paso de gigante. Lamentablemente, en dirección contraria. Jamás unas AA nacionalizadas serán eficientes. Sus cuentas sólo podrán maquillarse con millonarias inyecciones de subsidios en saco roto. Es cierto que todos los países subvencionan su aeronavegación, amparados en un fin social que nadie niega. Pero una cosa es ayudar a empresas eficientes a que lo sean más y otra obligar a 37 millones de argentinos a sostener una empresa que cobra 300 pesos por volar de Buenos Aires a Neuquén cuando ese trayecto en Europa cuesta solo 150.
Una AA del estado será la hermana gemela de las compañías ferroviarias. Ni siquiera será capaz de cumplir decentemente el fin social para la que se las subvenciona hasta el aburrimiento. Con la diferencia de que un tren no puede caer al vacío desde 10.000 metros. Miedo da solo pensarlo.
Primer Mandamiento: “AA fue vaciada por los españoles”
La tesis de que los españoles saquearon Aerolíneas es una idea feliz: sencilla, creíble, fácil de asimilar y sobre todo, conveniente. De ser cierta, ni el gobierno ni los trabajadores de la aerolínea habrán tenido culpa de nada, pues otra vez más, el país habrá sido víctima de turbios manejos foráneos que desembocaron en el caos. A fuerza de repetirla en prensa, radio y TV, la tesis se convirtió en verdad oficial y caló rápidamente en la sociedad. La clase política advirtió desde el principio el potencial extraordinario de la idea: si los españoles habían saqueado la compañía, nadie podía exigirles ninguna responsabilidad. Aunque durante todos esos años fueran ellos los que pactaron el precio, las condiciones de la venta y las tarifas, y se encargados de monitorear el día a día de la aerolínea.
Las cosas se hacen mal -dicen- no porque “yo” las haga mal, sino porque "alguien" las hace mal por mí. Esta forma de pensar actúa como un mecanismo de defensa colectivo para cubrir los fallos propios. Y los resultados están a la vista: los errores no se enmiendan, las medidas no se toman y los responsables no son castigados… porque como son “Los Otros” quienes manejan mis hilos, no hay errores que corregir, ni responsables que castigar, ni entuertos que enderezar.
Un país que hace del diván su fetiche nacional debería entender lo peligrosa, casi suicida, que es esta conducta: pensando de ese modo, nos abonamos a una manía persecutoria con poco de cierta y mucho de paranoica. ¿Qué pensaríamos de un ciudadano noruego o neozelandés que sugiriera un complot internacional para arruinar el despegue de sus remotos países? La sola idea nos parece sencillamente absurda y un síntoma de la mala salud mental o escapismo facilón. Si esos países tienen problemas, ¿no será más lógico pensar que los tienen porque sus gobernantes hacen las cosas mal?
Todo el mundo sabe que uno de los pilares en los que se apoyo el modelo desarrollista de Néstor Kirchner fue la congelación de las tarifas de gas, agua, electricidad y transporte. Cuando Marsans se hizo con el control de AA, en el 2001, el barril de petróleo estaba en 30 dólares. Cuando se nacionalizó la compañía, su precio era de 140 dólares. El combustible es, después de los salarios, el segundo gasto más importante de cualquier compañía aérea.
Un trabajador que en el 2001 cobraba 1000 pesos, a un 20% anual de aumento, en el 2008 pasó a ganar 3580 pesos. Y así, con todo, salvo con el precio de los billetes, que la empresa quería actualizar y el gobierno no. ¿Alguien, en su sano juicio, se atreve a acusar a Marsans de vaciamiento cuando del 2001 al 2008 las cosas subieron un 240% y por ley los billetes de avión estaban congelados? Pues no sólo hubo quien se atrevió a hacerlo sin sonrojarse sino lo que es peor: millones de personas que lo creyeron.
Diga “AA”…: la valentía de ir al médico.
No todos los alemanes fueron nazis, pero todos los nazis sí fueron alemanes, y no fueron uno o dos lunáticos exaltados, sino millones. Algo de culpa, por complicidad pasiva y tontorrona, tiene el alemán de a pie. Tal es así que hasta el día de hoy rehuyen el tema por bochornoso y tratan de sepultarlo en la fosa de la desmemoria colectiva.
El proceso mental que lleva a la anestesia general de un país siempre encuentra alguna justificación basada en la realidad. El Tratado de Versalles, firmado tras la Primera Guerra Mundial, fue tan humillante y oneroso para los alemanes que explica en parte cómo un país pudo caer en brazos de un enano acomplejado que prometía sacudirles de encima el yugo de la posguerra.
Buscar un chivo expiatorio para los males propios es un tan viejo como la Humanidad. Ya Adán le dijo a Dios, cuando enfilaban cabizbajos la salida del Edén, “Eva me invitó”. Algo tan cierto como que fue él quien comió primero. Nerón trato de tapar su desgobierno acusando a los cristianos de incendiar Roma y los mandó a los leones entre los aplausos del respetable. Y Galtieri consiguió hacer creer a todo un país que el principal problema no era él mismo y el régimen que encabezaba… sino los ingleses.
Pero la Historia puso a cada uno en su lugar. Adán pasó a los libros como el mayor tontolabas desde la época de los dinosaurios; Nerón como un mentiroso compulsivo y Galtieri como una vocación frustrada de la milicia que hubiera hecho carrera en el departamento de marketing de alfajores Habana.
Los países creen lo que quieren creer. Por amorfa que sea la explicación, la falta de perspectiva, la cercanía a los hechos y la conveniencia general, hacen que los cuentos chinos más inverosímiles acaben siendo digeridos sin mayor problema. El miedo es libre y la fe, un acto sublime de libertad. En el fondo, uno cree porque cree y pero también cree porque quiere creer.
Que los culpables de la crisis de AA fueron Iberia y Marsans es la rueda de molino que comulgó un país entero.
Aerolíneas Argentinas: La historia del tío rico de Manolito
Un año después, cuando el patriarca Manolo se encierra con su contador para ver los balances, lee con detenimiento la letra pequeña del contrato que había firmado. Casi le da un pallá cuando sus ojos tropiezan con la frase “dado que el comercio minorista es un sector regulado, los precios deberán permanecer congelados hasta que la Autoridad autorice un incremento”.
Pasan los años y el imperio “Manolo´s Mart” languidece. Sus costos suben un 30% anual, desde los sueldos hasta el alquiler y la mercancía, pero, por tratarse de un sector estratégico, no puede subir ni la carne, ni el pan, ni los caramelos ni nada. El gobierno considera a “Manolo´s Mart” una pieza fundamental de su política de contención social y gane o pierda, tiene que vender a precios populares.
En el 2007 el patriarca no puede más. A las amenazas de bomba le suceden los paros y cancelaciones. Boicoteado por los gremios y presionado por el gobierno, éste le comunica por burofax que autorizará una actualización de precios a cambio de que ceda parte de la empresa. Al viejo Manolo le aprieta el nudo de la corbata. Cansado y sin un norte claro, tira la toalla, toma un avión de vuelta y se va del país con el rabo entre las piernas.
Al día siguiente, Clarín titula:
Cierra “Manolo´s Mart”. Sus gerentes, acusados de “vaciamiento”
Eso fue, ni más ni menos, lo que le ocurrió a Marsans con Aerolíneas Argentinas.
Si el General Roca levantase la cabeza
Dice el Ministro de Justicia, Caníbal Fernández, que "Argentina debe ser el país más seguro de América". Creo que o se confunde de país o de Continente... o de contenido.
En cuarenta años que viví en España jamás fui víctima de ningún robo. Es más, no conozco personalmente a nadie al que le hayan robado nunca nada. Robos hay, desde luego, pero son pocos y raros.
En General Roca, tengo un vecino que tiene una empresa de Soda. En un arranque de ingenio le puso el nombre de "Sodas Pablo". Está a punto de entrar en el Guiness del Valle porque ya le han robado ya 75 veces. Setenta y cinco, en letra o en número, me parece una barbaridad. Creo que el día que llegue a cien hará una fiesta por todo lo alto.
Hace una semana se reunió el Consejo de Seguridad Ciudadana. Un nombre redondo para las mentes cuadradas que lo componen. Asistían las fuerzas vivas, los "listos del pueblo" y como no, el psicólogo social que acude como tiburón a la sangre cuando detecta diez personas reunidas dispuestas a quedarse boquiabiertas con su erudición. Durante horas se reunieron para hablar, ponderar, declamar y debatir el tema: "chicos, algo nos está pasando", concluyeron. A la reunión, amén de mandos policiales, acudieron comerciantes, fuerzas vivas y miembros de la Magistratura.
Es curioso que coincida el debate sobre la seguridad con el viejo reclamo del Poder Judicial sobre la Jubilación de los jueces. Quieren darles un 82% móvil y que un juez jubilado pase a ganar 20.000 pesos del ala. Un policía gana 2.000 pesos al mes. Con lo que cobraría un juez jubilado se podrían contratar a diez nuevos policías, con dos a veinte y con tres a treinta. No digo que sea la única solución, pero con treinta policías más en la calle es probable que los ladrones se lo piensen dos veces... o que se vayan a otro sitio más tranquilo a robar. Los "chorros" son chorros pero no tontos y hasta ellos preferirán mil veces tener a tres potenciales clientes cobrando 20.000 pesos que a 30 policías patrullando las calles.
Pero no. El Consejo de Seguridad Ciudadana llegó a la conclusión de que "no había medios para combatir el crimen".
No estoy de acuerdo. Medios los hay y enteros también. Lo que tendremos que hacer, si de verdad queremos solucionar los problemas que preocupan a la gente, es fijar nuestras prioridades.
Medios los hay. Lo que no hay son ideas claras sobre un punto básico a la hora de solucionar los problemas. Si quiero llegar a un sitio, lo primero que tengo que hacer es encaminarme hacia él, no quedarme quieto o comenzar a andar en dirección contraria.
Es una simple cuestión de prioridades y de sentido común, de saber que la mano izquierda es la del reloj y la derecha la otra. Por mucho que algún psicólogo social plantee el debate de qué pasa si uno es zurdo y se pone el reloj en la muñeca derecha. Por casos de esos se dan...
Cuando Aníbal suma, dos y dos son cuatro, me llevo una…
Como buen prestidigitador, El Ministro comete un pequeño descuido... intencionado. Se habrán dado cuenta de que la primera serie de datos corresponde a las ciudades más peligrosas de América, mientras que el dato que presenta él, no es de ninguna ciudad, sino del conjunto del país. Obviamente, menor. ¿Un error de método? No, simplemente un buen truco de mago de las palabras. La treta es de una simpleza que haría sonrojar a cualquiera, pero en la vorágine de informaciones, datos y apreciaciones subjetivas, hay que reconocer que, como maniobra evasiva, funciona a la perfección.
La valoración global que el Ministro del Interior de la Nación hace sobre la encuesta es demoledora: "No es seria".
Mercer es un proveedor mundial líder de servicios de consultoría, outsourcing e inversiones con más de 25,000 clientes en el mundo. Los 17,000 empleados de Mercer trabajan en más de 40 países. La compañía es una subsidiaria totalmente controlada de Marsh & McLennan Companies, Inc. que cotiza en las bolsas de valores de Nueva York, Chicago y Londres (símbolo ticker: MMC). http://www.mercer.com
No creo que ninguna de tres de las bolsas mas importantes del planeta dejen cotizar a una empresa poco seria, pero llegado a este punto, uno empieza a dudar de todo.Al volver a la encuesta elaborada por la consultora Mercer, Fernández dijo no saber "quién la inventa, cuál es el interés que tiene detrás, no sé que chapas exhiben (los responsables), no sé de dónde sacan los datos para mostrar qué. Nos muestran algo que le da beneficio a alguno que no sabemos quién es, pero no pueden mostrar que hay algún viso de seriedad (en los resultados)".El recurso a la "Teoría de la Conspiración" suele dar muy buenos resultados en casos como este. Dado que se entra de lleno en el terreno de la fantasía política y la paranoia ideológica, estamos en campo abonado por la credulidad del lector predispuesto. La teoría consiste en buscar enemigos, preferiblemente de fuera, tan poderosos como difusos, cuyas motivaciones suelen ser oscuras e inconfesables y que sirven siempre como comodín para justificar los propios errores.
El malvado señor Mercer, habla a sus empleados de espaldas, sentado en su butacón de cuero rojo. En cuarenta años nadie le ha visto la cara.
- Chicos, cocínenme una encuesta mundial para hundir la popularidad de CFK y de su Ministro Fernández.
- ¿De qué país, señor?
- De Argentina, idiota.
El señor Mercer pulsó el botón rojo de su escritorio y una trampilla engulló a su jefe de encuestas del Hemisferio Sur.
- ¡A los cocodrilos, por mogólico e indocumentado!
Como colofón de esta cadena de razonamientos histriónicos, Aníbal Fernández se reserva las últimas palabras para negar la mayor: La encuesta, repitió, "es una estupidez. La Argentina debe ser uno de los países más seguros, si no el más seguro de América, no tengo ninguna duda de eso".
Solo le falto salir por el pasillo, volteando las manos al grito de:
Hijos de Puta,
los de Mercer
Hijos de Puta,
los de Mercer
http://www.perfil.com/contenidos/2008/07/23/noticia_0045.htmlhttp://www.clarin.com/diario/2008/07/23/um/m-01721179.htmhttp://www.mercer.com/summary.htm?siteLanguage=100&idContent=1309685Informe consultoría.
Aníbal y el color del cristal con que lo mira
Ese debe ser el único error que la consultora Mercer ha cometido: no haber telefoneado personalmente al Ministro para explicarle el método utilizado. Aunque la prudencia más elemental, si uno es el Ministro del ramo y va a opinar sobre el tema, aconseja documentarse previamente, salvo que no le importe que la gente lo tome por un charlatán. De haberlo hecho habría caído en la cuenta de que la consultora lo había explicado con meridiana nitidez:
"La seguridad personal se mide en función de la estabilidad interna, los índices de criminalidad, la aplicación efectiva de la ley, las relaciones con otros países y la facilidad de entrada y salida del país". Más claro, agua."La verdad es que es una estupidez rayana con la locura".Forrest Gump decía que "tonto es el que hace tonterías". En este caso, "estúpido" es el que hace "estupideces" y "loco" el que hace cosas insanas. En este punto, el Ministro sube una octava y agudiza el tono de sus críticas: estupidez y locura.
Dejando de lado los adjetivos, la cuestión de fondo es muy sencilla. La encuesta lo único que dice es algo que la abrumadora mayoría de los porteños corrobora: Buenos Aires es una ciudad insegura y, en ocasiones, peligrosa. Si esta en el puesto 135, algo más arriba o mucho mas abajo, es ya una cuestión de matiz. Ente otras cosas, porque la mayor parte de nosotros desconoce si es más o menos segura que Ciudad de México o Maracaibo. Lo que si es cierto es que la mayoría, subjetivamente, la percibe como una ciudad insegura.
"Que digan semejante cosa es no conocer lo que está pasando en Argentina" (...) "le erraron de medio a medio".
Las encuestas se hacen precisamente para eso: para no "errarle" y para arrojar algo de luz sobre el tema de debate y así proporcionar a los gobernantes herramientas útiles para poder buscar soluciones concretas. Si en vez de tomarlo como lo que son, inocentes números, cuando no te gustan los tildas de locos y estúpidos, es comprensible que casi nunca se atine con las soluciones concretas que hay que buscar a los problemas cotidianos. De ahí que entre la clase política tengan tanto predicamentos los encuestadores acomodaticias que me dicen lo bien que hago las cosas. Fernández sin embargo, da muestras de su conocimiento del tema y aporta datos de indudable peso científico: hasta el "propio asesor de imagen" del jefe de Gobierno, Mauricio Macri, "que es un ecuatoriano, dijo en una nota que le hizo el Diario Perfil que no conocía ciudad más segura que la ciudad de Buenos Aires". Un dato que arroja luz sobre el tema y con mucho mas peso especifico que una encuesta realizada en miles de ciudadanos. Es probable que 9 de cada diez habitantes de la ciudad contradigan al ecuatoriano en cuestión, pero Fernández se nota que tiene a Aristóteles como filosofo de cabecera: "las opiniones no deben ser contadas, sino pesadas". (Eso lo dijo Aristóteles, no Caníbal Fernández)
Aníbal Fernández, el aprendiz de brujo
En julio del 2008 una consultora internacional, Mercer, hizo públicos los resultados de una encuesta mundial sobre seguridad. Como se hace siempre en estos casos, el rigor científico obliga a hacer públicos los criterios de medición y la metodología del análisis. Con la frialdad del número muerto, se explican las variables que se miden y comparan y como se miden y comparan, garantizando resultados 100% asépticos. Aunque a veces no lo parezca, la demoscopia es una ciencia exacta, pura matemática.
El problema es que, cuando sales mal parado en las encuestas, siempre resulta mas fácil descalificar al que las hace, o buscar oscuros intereses detrás de ellas, antes que asumir la realidad de un inocente mercurio cuyo único crimen es marcar la temperatura ambiente. El matemático se hace a un lado y entra en escena el brujo de los números, que casualmente siempre suele ser el responsable del tema en cuestión.
En el ranking de la encuesta mundial sobre seguridad, Buenos Aires quedo en una posición bastante comprometida, puesto 134 de 215. Aun teniendo en cuenta que la medición se hizo a nivel mundial, la capital no salio airosa comparada con otras ciudades latino americanas: más segura que Río de Janeiro, Sao Paolo y Caracas, el no-va-mas del crimen, pero más insegura que Asunción o Lima. Independientemente de que se vea la botella medio llena o medio vacía, Buenos Aires salio muy mal parada.
Un político europeo, para salir del paso de la comprometedora encuesta, echaría mano de un manual de Sociología Básica para vincular delincuencia con exclusión y crimen con mala distribución de la renta. Sin embargo, el ministro de Justicia, Caníbal Fernández, salio al cruce de los resultados utilizando la efectiva técnica de "negar la mayor". No solo no es verdad que Buenos Aires haya quedado en la posición 134, no solo no es una ciudad insegura, sino todo lo contrario. Increíble, pero cierto. Sus declaraciones no tienen desperdicio. Vamos a revisarlas una por una.
La Presidenta echa las cartas...
Sin embargo, existen dos atajos para ser un buen economista a los ojos del gran público:
1. Decir cosas que nadie entienda.
2. Hacer predicciones.
Si se opta por el primer camino hay que dominar tanto la retórica como los rudimentos de la ciencia económica. Además, puesto que las frases son largas y con muchas subordinadas, para resultar creíble es fundamental no olvidarse nunca de que sujeto, verbo y complemento tienen que coincidir en género y número. Ejemplo.
"Habida cuenta de la sobredemanda agregada de comodities a nivel global es previsible que el BCRA se vea impulsado a modificar la tasa de interés preferencial para contener el flujo de dólares al objeto de no tensionar demasiado un tipo de cambio que, si bien es incierto, vía inflación o superávit comercial, puede acabar desajustando los Presupuestos y alterando sustancialmente cualquiera de los dos superávit gemelos".
En cristiano de la calle: Los chinos seguirán comiendo soja a cuatro patas y no tengo ni la más marrana idea de a cuanto estará el dólar cuando se pongan en dos pies.
Básicamente las dos frases vienen a decir lo mismo. La diferencia es el envoltorio. Sin querer parecer un pedante y sin pasar por un churrero, es preferible tirar por la calle de en medio y explicar las cosas con sencillez, huyendo de la afectación y la rimbombancia. A lo largo de este blog trataré de explicar las cosas de la forma más sencilla posible. El académico sabrá de lo que hablo y el señor al que le compro el periódico todos los días también.
El otro atajo para parecer un buen analista es lanzarse a hacer previsiones. A algunos les va de cine. Cuanto mas fantasma sea el colega en cuestión, mas osada será la previsión. Jugar a tirar las cartas de la inflación y del PBI es poco arriesgado y hace que suba tu cotización a corto plazo. Si digo que en el 2010 el PBI crecerá un 4,2% pueden suceder dos cosas. Una, que no se cumpla. Si es así, es muy probable que nadie se acuerde de quien, cuando y donde dijo eso. La otra que sí se cumpla, con lo que yo mismo, pasados dos años, apuntalare mi propio acierto: "¿Ve? Ya lo dije yo en el 2008". La ventaja es que, si la predicción no es muy disparatada, por suerte, por proximidad o por inercia, es muy probable que mas que una preedición sea un amago, con lo que si se disfrazarlo bien, en el fondo estoy apostando a rojas y negras en la misma ruleta. Salvo que suenen las trompetas del Fin del Mundo o resucite Ménem en el ínterin, lo normal es que acierte.
El truco para hacer previsiones como Dios manda está en concretar demasiado sobre lo que se predice, dejar una ambigua puerta abierta a la incertidumbre y no hacerlas nunca a menos de tres años. Si no se sigue alguna de las tres reglas puede acontecer el desastre.
"Hacia 1997 la deuda externa comenzará a reducirse, y hacia fin de siglo será insignificante." (1993) Domingo Cavallo
Usted pensará que Cavallo se equivocó. Error. Y si estaba pensando en finales del XXI? ¿Ve como no es tan sencillo...?
Y ahora, un triple salto mortal.... sin carpa.
CFK a Lula da Silva el día...., cuando le presentó a Martín Lousteau, su primer Ministro de Economía.
"Este chico tiene un gran futuro"
Equivocarse en tres años es entendible, pero en tres meses es como para coserse los labios. Y mas cuando estaba en su mano equivocarse o no. Aunque la Presidenta salio airosa al no concretar si se refería a la cartera de Economía o a su futuro en "Pettinato por un sueño", un hibrido surrealista que siempre nos sobrevolara como una duda.
Por todo lo anterior me propongo seguir a rajatabla el primer mandamiento del Buen Economista: "No predecirás". No se si a Peines le parecería si hago bien o no, pero me parece lo más honesto.
Y así, poco a poco, hablando en plata y no prediciendo, iremos viendo todos aquellos temas que preocupan a la gente de la calle: desde el valor del dólar hasta el problema de la soja. Con palabras sencillas, sin predicciones, todo a su tiempo, pasito a pasito.
España y Argentina: dos países separados por una misma lengua
En el caso de España y Argentina, pasa algo parecido. Es cierto que tenemos muchas cosas en común, pero son casi tantas como las que nos separan. Empezando por los 10.000 kilómetros de agua que hay por medio y terminando por la despareja proporción de bares y psicólogos. En España hay un bar de tapas por cada 103 habitantes y un loquero por cada 10.000, justo lo contrario que aquí. Mientras las decisiones importantes en la vida se sigan tomando en el diván o en la barra del bar, nuestros caminos se separaran cada día más. Los celtiberos nunca aceptaran divanes en los bares y a ustedes jamás les servirán una copa de tinto entre pregunta y terapia.
En Argentina con frecuencia se mira a la vieja Europa con algo de nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue. Y no falta razón, porque en Europa las necesidades básicas de la población están casi todas bien cubiertas: no hay hambre, se ha erradicado el analfabetismo, puedes dejar el coche aparcado en cualquier lado y la sanidad pública funciona relativamente bien. Además, los gobiernos son capaces de ofrecer las dos cosas que más inquietan a los ciudadanos del mundo entero: orden público y previsibilidad. Puede parecer una lista no demasiado extensa, pero en el fondo es lo que todos los gobernados pedimos a nuestros gobernantes.
El orden público garantiza la tranquilidad: con unas cuentas públicas en orden hay dinero para todo. Si el chico es listo y sus padres no tienen muchos recursos, podrá estudiar becado en una universidad. Aunque no hayas trabajado en la vida, si necesitas una medicación crónica o una operación de corazón, no tendrás que preocuparte por su precio, pues no te costara nada. Incluso últimamente, si no tienes claro cual es tu vereda y te quieres cambiar de sexo, la Seguridad Social se hace cargo de la poda o el injerto. Todo gratis.
El orden público te garantiza también la seguridad jurídica. Nadie que tenga dinero en el banco se levantará un día habiendo perdido los ahorros de toda su vida. Nadie que sea inocente podrá ser condenado mientras no se demuestre lo contrario. Nadie que incumpla un contrato quedara sin el castigo que se merece.
La previsibilidad es la otra cara de la misma moneda: garantiza que en cinco años las cosas seguirán como hoy y si bien los precios habrán subido un poco, ninguna persona, empresa o gobierno dejará de hacer planes a medio y largo plazo por no saber que ocurrirá entonces. La incertidumbre se reduce al mínimo y es posible hacer planes más allá de las siguientes elecciones.
Viendo la situación a uno y otro lado del charco, es posible darse cuenta de que efectivamente, las diferencias entre los distintos mundos son reales. Aquello que nos une es mucho, pero lo que nos separa, da la impresión de que es más.Una de las cosas que más me llamaron la atención cuando llegue a Argentina es que la gente me decía eso de que "ustedes, que viven en el Primer Mundo". De verdad lo digo, nunca tuve conciencia de vivir en el Primer Mundo. Tal vez porque no conocía otro y para mi todo lo que no era Primer Mundo era Tercer Mundo. Nunca supe bien donde colocar el Segundo, pues siempre me costo imaginar un país donde la sanidad, la justicia o la educación se impartieran a medias.
Dejando de lado los casos extremos, (África subsahariana, algunos países de Asia y algunos países de Centroamérica o la zona andina) los países del Segundo Mundo tienen servicios "tercermundistas", en parte, porque quieren tenerlos. Suena fuerte, pero es así. No se donde pone las Naciones Unidas en listón de ingresos per capita para dejar el Segundo Mundo y entrar entrar en el Primero, pero el caso de Argentina me parece clarísimo. Con 13.000 dólares de renta per capita Argentina podría mas que de sobra permitirse tener una educación, una policía, una justicia y una sanidad que, sin ser Cambridge, la Clínica Mayo, ni Scotland Yard, por lo menos funcionen. Y no es así.
Las causas de eso están a la vista de todos. Si la cultura dominante es "evasiva" (boludo el que paga), no hay dinero para que funcione nada. Así de simple. No se puede pagar impuestos "tercermundistas" y pretender unos servicios del Primer Mundo. Sin gallina no hay huevos, independientemente de que nos pasemos mil años discutiendo quién fue primero.
A lo largo de este blog tratare de explicar porque no es tan difícil hacer que las cosas funcionen y sobre todo, convencer a los incrédulos de que estamos mucho más cerca del Cielo que del Infierno. Es solo cuestión de dar unos pasitos... en la dirección correcta.
Argentina, el país de la ambulancia
Es un buen ejemplo para ayudarnos a entender que la verdadera riqueza de los países no son tanto sus recursos naturales sino la forma que tenemos de administrarlos. El caso de Argentina, sin llegar a esos extremos, es algo similar. Un país que cantó diez bingos seguidos de la tabla periódica de elementos de Mendeleyev y que sin embargo lleva doscientos años tropezando en su intento por encontrar la senda del crecimiento sostenido, sin conseguirlo. Un indómito y crecidísimo río de abundancia que, cada diez años, atraviesa el Iguazú por el que se desploma el país entero y pierde todo lo avanzado en la etapa anterior: un macabro juego de periodos de suma cero que ancla a la República del Empacho en su eterno punto de partida.
En los siguientes capítulos tratare de explicar alguna de las razones de esta historia inacabable, de esta espiral maldita que nos devuelve siempre a las fuentes del Nilo.
Este blog es mi forma particular de agradecer todo el afecto y el cariño que he recibido desde que llegue a la Patagonia. No encuentro otra manera mejor de hacerlo. A veces serán verdades incómodas, otras simples acotaciones de puro sentido común que cualquiera puede suscribir, pero en cualquier caso, son reflexiones nacidas de la pura observación, sin prejuicio alguno, como el que describe una planta o comenta los movimientos de un pájaro, sin maldad alguna ni ganas de meterle el dedo en el ojo a nadie.
Hablar de un país sin tener su ciudadanía te coarta a la hora de decir según qué cosas. Es como ir de invitado a casa ajena y criticar a la cocinera. Una actitud a medio camino entre la arrogancia y la mala educación. Yo lo haré, aún corriendo el riesgo de molestar a alguien, con la incómoda sensación del que hace un tracto rectal en hoyo ajeno. Me salva que un gallego, si quiere una segunda opinión, piensa que le han de meter dos dedos.
Horacio Casciari, un divertidísimo argentino que escribió un memorable libro sobre los argentinos en España, dice que "el extranjero es el que hace que te preguntes preguntas nuevas". Ojala tenga razón y este libro contribuya, aunque sea mínimamente, a que alguien se haga alguna pregunta nueva y de esa inquietud nazca una nueva flor que haga de Argentina un país un poco mejor. Nada más... y nada menos.
Mal de Plata
Imagínese que alguien le dice que vive en "Villamillones", "Ciudad del Oro", "Moneyburg" o "Silvertown". Seguro que nos llamaría la atención. Son nombres que evocan una tierra fértil, ubérrima, con reminiscencias de Minas del Rey Salomón o de la "fiebre del oro" del Lejano Oeste. Un Silverado dadivoso que premia con un puñado de pepitas de oro a quien excave dos paladas suelo adentro. Y eso es, precisamente, lo que pasa en Argentina.
He estado rebuscando por todos lados y no encuentro un sólo país, salvo Costa de Marfil (Ivory Coast), en el que la toponimia haga referencia al dinero o a la riqueza del lugar. Porque "argento" en latín significa plata y "plata" es el vil metal.
Argentina significa, ni más ni menos, País del Dinero o Moneyland. Casi nada... y casi todo. Pero hasta la luna blanca tiene su cara oculta y la cruz de Guitalandia es esa enfermedad misteriosa, el "Mal de Plata": una especie de maldición de Tuthankhamon que azota a quienes pueblan su corteza y persiguen sus riquezas.
A lo largo de este blog tratare de explicar en qué consiste esa rara pandemia, cuales son sus síntomas y qué indican cada una de sus fiebres. Y propondré un herbolario, una farmacopea improvisada, de primeros auxilios, para bajar la fiebre y sobrellevar mejor sus dolores.