Hay dos rasgos sobresalientes del carácter argentino: una natural propensión a la exageración y la falta de sentido práctico. El primero imagino que se debe a las dimensiones del país. Con un tamaño superior a Europa no es raro que sea así. El segundo se manifiesta en la incapacidad para sumar esfuerzos y buscar soluciones concretas a los males del país. La caótica historia reciente del país una prueba de ello.
Argentina, como proyecto, está mucho peor de lo que nadie aquí se imagina. Y no es que lo diga yo, lo dicen los números. Veamos porqué.
Los países que no invierten en investigación acaban no teniendo qué producir o siendo meras filiales embaladoras de productos de terceros. Por cada dólar gastado en Investigación y Desarrollo, se recuperan 50 en la vida real.
En los años 50 Corea del Sur tenía una renta per cápita inferior a Mozambique. Hoy es uno de los países más prósperos e innovadores del mundo. Hicieron de la copia un arte y calcaron lo que plagiaba Japón, que luego desarrollaron con demostrada pericia. LG, Samsung, Hyunday, Kia… son prueba de ello. El número de patentes registradas por Corea en 2006 ascendió a 5.935.
Sus vecinos marxistas del norte obtuvieron sólo 4 patentes el año pasado. Para quien tenga dudas sobre la relación entre el gasto en I+D y la riqueza, basta con decirle que la renta per cápita de Corea del Norte es de 1.900 dólares/año y la del Sur, más de 22.000, la diferencia más grande a nivel mundial entre dos países fronterizos.
Y mucho. Sin que nadie lo perciba ni parezca preocuparse por ello, Argentina está mucho más próxima al caso norcoreano que al del hermano rico del sur. El número de patentes registradas por empresas y ciudadanos argentinos ese mismo año fue de 22, poco más que Estonia, (17), Bahamas (14), Kazajstán (13). Frente a las casi 6.000 de Corea.
CFK dijo, en su discurso de toma de posesión, que “quería poner a Argentina en el mundo”. Ya tiene por dónde empezar.
A más gasto en i+D, más riqueza. Estados Unidos encabeza el ranking de patentes a nivel mundial, 49.555. Alemania registró 16.929, Australia 2.139 e Israel, 1.725. Otros ejemplos más cercanos son Sudáfrica (349), Brasil (283) y México (136).
Solamente IBM obtuvo en el 2006, 3.621 patentes, 164 veces más que toda Argentina. Y harían falta 113 Argentinas juntas para igualar el número de patentes de Philips, 2.495.
Los países del Golfo Pérsico, por ejemplo, no gastan un peso en I+D y son “nominalmente” ricos, pero Israel, que no tiene petróleo, transforma su materia gris en oro negro. Con 135 científicos por 10.000 habitantes, gasta el 4.8% de su PBI en investigación. Argentina apenas el 0,4.
Para acabar de complicar las cosas, resulta que los resultados (patentes) no dependen tanto de cuánto se gasta sino de cómo se gasta. En EE.UU., Japón y China, el 80% del gasto en i+D corresponde al sector privado mientras que en Argentina la proporción es a la inversa: el 82% de la investigación es “estatal”. Los resultados están a la vista: 22 patentes por año.
¿Cuántas veces hemos oído a CFK hablar sobre la obviedad de que hay que incorporar “valor agregado” a la cadena de producción? En vez de proclamar discursos bienintencionados, sería mejor que se asesorara sobre las verdaderas razones del subdesarrollo. Esas que, por cotidianas, no suscitan ningún debate público y a nadie parecen preocuparle lo más mínimo.
Casi todo el mundo olvida que en el 99, hace nada, el 60% de los argentinos estaba por debajo del umbral de pobreza. ¿Por qué? Entre otras muchas cosas porque el Made in Germany es sinónimo de calidad, mientras que “Industria Argentina” se queda en un topónimo.
No hablo de nacionalismos. Hablo, con cierta pena, de datos. Y lo peor de todo es que, en el fondo, la propensión nacional a la exageración nos ha hecho creer que Argentina es una potencia mundial en satélites, radares e industria nuclear. Cosa que no es cierta, ni como diría el otro, ni mucho menos verdadera. Al número de patentes me remito. Una mancha no hace un tigre y no por tener un satélite o un radar hechos aquí se puede hablar de una ciencia argentina desarrollada.
No deja de ser triste que el país, somnoliento y narcotizado, esté más pendiente de si Tévez marcó o de cuando se sentará Florencia de la V en el diván de Rolón. Y mientras, la presidenta, tomando mate con las abuelas de la Plaza, respondiendo feliz a los chicos de CQC y vociferando ideitas tontas y obvias sobre la importancia del valor agregado.
22 patentes por año. Que alguien haga algo, por favor, y rápido.